lunes, 8 de diciembre de 2008

La insoportable y amarga espera.

Su joven escritor se levanto hoy con el más favorable de los ánimos de empezar un buen día. Tomó un nutritivo desayuno mientras leía las noticias matutinas en un periódico de edición electrónica, caminó una hora al lado de su perro por verdes jardines llenos de acacias y tomó un baño escuchando a los Rolling Stones.

¿Qué podría salir mal en el día con semejante amanecer? Teóricamente nada.

Hoy estoy a 8 días de emprender un ló(gi)co viaje a Japón. Así es. Una larga visita - mes y medio - a la isla con  el país con la ciudad con el distrito con la calle que nunca duerme (Cita requerida = Segura Invención).

Llevo poco más de 4 meses esperando el día. En una semana estaré en un vuelo de 17 horas de duración al antiquísimo y exquisito país de bandera blanca con círculo rojo. Es por esto que dedico este post a la espera. Pero es verdad, no escribo sobre mi espera. Escribo para aquellos pocos que estarán esperando a mi retorno. Aquellos que sufrirán mi ausencia. Aquellos que vivirán una insoportable y amarga espera.

Según el diccionario de la RAE, esperar significa tener esperanza de conseguir lo que se desea. Bajo esta premisa, el esperar es aún más amargo y más insoportable... ¿Por qué debemos aguardar por algo que deseamos? ¿Por qué no podemos simplemente tomarlo y llevarlo con nosotros?

La RAE nos arroja también: Permanecer en sitio a donde se cree que ha de ir alguien o en donde se presume que ha de ocurrir algo. Mal sabor de nuevo ¿Cómo saber a que lugar acudir? ¿Cómo ser precisos?

El RAE y el sentido común me dicen que será insoportable y amargo. Dicho empleando los vocablos aprendidos: Nos espera una amarga e insoportable espera.

Es esto que nos hace humanos y no sillas (algunos quisiéramos ser más sillas que humanos), la espera del momento soñado, la restricción aparente que este presenta, la muerte y vivir en agonía. Es esto que nos hace humanos que hace de la espera una espera insoportable. ¿Valdría desprenderse de esto? Quizás queramos ser más sillas que humanos. Estar ahí. No extrañar. No esperar. No vivir...

Escribiría más. Pero no lo hago, para que esperen, queridos lectores, a que a su querido escritor se le ocurra algo interesante que contarles.

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